viernes, 20 de octubre de 2017

Verdaderos amigos

Siempre ha existido una diferencia entre 'amigos' y 'AMIGOS'. "Tengo 854 amigos en Facebook, 624 followers en Twitter, 703 en Instagram...": la lista puede ser muy larga dependiendo del sujeto, pero todos hacen referencia a 'amigos' (con minúscula). Los segundos, los que se escriben con mayúsculas, son los que llamamos los verdaderos amigos, los que decimos que a lo largo de la vida se pueden contar con los dedos de las manos.

Frases sobre la amistad las hay a miles. A mí hay una que me está marcando últimamente: "las verdaderas amistades son las que nacen en el suelo y arrastran al cielo". Ha sido una de esas frases que no sabes desde cuándo está en tu cabeza ni cómo ha aparecido, pero que va tomando cuerpo, la vas viendo plasmada en relaciones, en situaciones. Y es que las amistades nacen en esta vida pero, cuando son verdaderas, te hacen anhelar el vivirlas para siempre ya que hemos sido creados para la eternidad. 



En esta vida nos jugamos qué tipo de vida eterna elegimos, si vivir desde el gozo y el amor para el que hemos sido llamados desde nuestra creación (lo que llamamos comunmente cielo) o rechazamos el plan original. Hace un tiempo escuché que el Padre Tomás Morales decía que "nos salvamos en racimo", es decir, que al cielo no vamos solos, de uno en uno. Yo interpreto este ser salvados en racimo como la audacia de no poder concebir la dicha del cielo sin nuestros amigos, sin nuestros seres más queridos. Vamos, que la auténtica amistad consistiría en que si la vida eterna es felicidad, no la concibo si no estás tú. Esa es una de las grandísimas razones por las que estamos llamados a ser expertos en el tema de la amistad.

Pero una amistad verdadera, no líquida o temporal. Para nuestros verdaderos amigos queremos lo mejor, siempre. Y si como cristianos no hablamos con nuestra vida (y cuando es oportuno con nuestras palabras) del mayor regalo de nuestra vida, del sentirnos incondicionalmente amados por Dios, una de dos: o no estamos convencidos de este regalo o no son nuestros amigos, porque, en el fondo, no queremos lo mejor para ellos.

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