jueves, 24 de diciembre de 2020

Belén es hoy

Estamos ya tocando la noche de Navidad, ese tiempo donde ponemos la mirada en el portal de Belén y contemplamos la locura de un Dios-niño. Adornamos nuestras calles y también nuestras casas, colocamos el árbol, también el nacimiento, rescatamos playlists de villancicos... sumergiéndonos, quizá, en un estanque de nostalgia y ternura, coloreando un lienzo idealizado, incluso hasta romántico me atrevería a decir. Nos puede parecer bonito cómo Jesús nace en una cueva, con el calor animal de la mula y el buey y el humano de María y José: el pesebre haciendo las veces de cuna, la paja de colchón y por lumbreras los rescoldos de una hoguera y el candor titilante de las estrellas. Pero creo que para entender algo de lo que acontece en el pequeño portal nos tenemos que adentrar más, bucear por las entrañas insoldables de José y de María. ¡Cuántas preguntas se agolparían en sus corazones! 
 
¿De qué nos alimentaremos? ¿Sobrevivirá a esta noche? ¿No hace demasiado frío? ¿Con qué le limpiaremos? ¿Es verdad lo que nos dijo el ángel? ¿Este niño indefenso es el Hijo de Dios, el Altísimo, el Salvador, el Mesías, el Esperado? ¿De verdad que Dios se ha hecho carne?

Camino de Belén

Y entre todas las posibles preguntas que se podrían hacer María y José a mí estos días me resuena constantemente una: "¿por qué tuvimos que dejar las pocas comodidades de nuestra casa en Nazaret?". Históricamente, bien lo sabemos, fue un edicto del emperador romano el que les hizo ponerse en camino, dejar sus seguridades y confiarse a la Providencia. Ellos, como otros muchos, se camuflaron en largas hileras para cumplir lo establecido, acudiendo a su ciudad de origen a empadronarse. A pesar del avanzado estado de gestación de María.

Hoy, quizá más que ningún año anterior, nos encontramos ante una situación análoga. Entonces fue un edicto el que les sacó de su casa; hoy tenemos restricciones marcadas por nuestros políticos que nos encierran en ellas por la pandemia que nos asola. Entonces el cumplir con su deber como ciudadanos les llevó lejos de los suyos; hoy ese mismo deber nos aleja de los nuestros. Entonces tuvieron que dejar a un lado los consejos, cuidados y abrazos de sus familiares al traer al mundo un niño; hoy echamos en falta los abrazos de los que ya nos están, de aquellos con los que no nos podemos juntar este año y, lo que resulta más invisible, de los que estando y pudiendo estar no quieren estar por situaciones que no entendemos y nos duelen.


Pero hoy, igual que ayer, Jesús vuelve a nacer. En la noche de Belén se produjo el misterio de los misterios: el Dios que creíamos distante se hizo uno de nosotros, con sus limitaciones humanas; hoy también quiere tomar carne en tu vida, en tus preocupaciones, en tus alegrías, en tus gozos y en tus luchas... aunque es posible que sea de noche. Cuando nosotros nos revelamos ante la falta de abrazos de personas a las que tanto queremos Él nos vuelve a hablar con el lenguaje de la humildad y la sencillez: una cueva, un pesebre, un poco de paja y un niño. Así habla Dios, con ese silencio tan lleno de vida, con esa sencillez tan llena de amor.

Dejémonos sorprender de nuevo, porque ayer nació en Belén Dios. Porque hoy, si le dejamos, nacerá en nuestro corazón. Porque Belén no es solo ayer, porque Belén es hoy.


viernes, 4 de diciembre de 2020

Tiempo de espera

En medio de esta situación de pandemia que estamos atravesando percibo que, como sociedad, estamos en un tiempo de espera: esperamos que todo esto pase cuanto antes; esperamos a la vacuna que nos saque de esta pesadilla en la que estamos instalados; esperamos que nos comuniquen las condiciones en las que vamos a poder celebrar estas próximas Navidades; esperamos poder volver pronto a la normalidad... esperamos, esperamos, esperamos. Esperamos.


Por otro lado, estamos estrenando este tiempo de Adviento: tiempo marcado de manera especial por la esperanza, que comparte todas las letras de la espera pero no sus características. Esperar nos habla de una actitud pasiva, condicional, de ver si cambia, si llega, si sucede... pero no de poner lo que esté de nuestra parte para que suceda. La esperanza nos habla de poner en juego nuestra fe de manera práctica y nuestra caridad en lo cotidiano, entrando a escena así las tres virtudes teologales. Fiarnos de que ese Dios que nos ama incondicionalmente es Todopoderoso y se manifestará en todas las habitaciones de nuestra vida donde le abramos las puertas y ventanas ¡Cómo cambiaría nuestro entorno si pasásemos de vivir esperando a vivir desde la esperanza!

En estas semanas de Adviento, de espera para que Dios nazca de nuevo en nosotros, tenemos una figura estelar que nos muestra como esperar de manera activa y, a la vez, como vivir desde la esperanza: es María, la Inmaculada. Ella se fio de Dios en Nazaret y le dio su sencillo y a la vez total a Dios; ese Sí fue sostenido al pie de la cruz. Un Sí sostenido que se convirtió en la vida de María en su Do de pecho, en la nota más afinada y preciosa escuchada en la faz de la tierra. Y para que una nota suene así pura es necesario antes afinar el instrumento, ponerlo a tono: es lo que celebramos en la fiesta de la Inmaculada, esta celebración con tanto aroma a Adviento, a esperanza, a espera activa. 


¡Madre Inmaculada concédenos saber vivir desde la esperanza! Ella nos lo concederá si repetimos con insistencia esta oración que escribió el Venerable Padre Tomás Morales. En ella nos muestra cómo debemos vivir esa espera activa que alimenta nuestra esperanza:

Inmaculada Madre de Dios, en la soledad de Nazaret,
a solas con tu Tesoro... adoras, amas. Esperas.
Él en tu Sagrario virginal, tus manos juntas en plegaria.
Un ardor divino da a tus latidos ritmo para dos corazones.
Flor de pureza, fragancia de lirio, amor intacto. Contigo estoy solo y Espero.

Madre muda del Verbo que calla, enséñame a desaparecer amando.
Aurora que anuncia el día. Toda la tierra Espera el Fruto deseado.
Pétalos de corola estremecida, tus entrañas virginales.

Dios te salve, María, intercede por la Iglesia, salva al mundo, 
compadécete de la Juventud.
Engendras a UNO solo y te haces Madre de la multitud.
Madre de la Unidad, intercede por nosotros.

Santa María del Adviento: junto a ti, en el Nazaret de la vida oculta.
Estudio, oración, entrega, trabajo, olvido... granos de incienso, silencio amoroso.
A todo lo que Él quiera responderé como Tú: Hágase. Música callada, soledad sonora,...
Divino silencio preludio de eterna armonía. 
"Escucharé la voz que clama en el desierto".
"Me anonadé tomando forma de Siervo". 
"He venido, Padre, a hacer tu Voluntad".
"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Único".
"Y el Verbo se hizo carne"