Decir que el mundo no va demasiado bien puede parecer una perogrullada; guerras por aquí, corrupción por allá, abusos de poder, gente que muere de hambre mientras otros nadan en la abundancia... Creo que todos podemos firmar el diagnóstico médico: este mundo está enfermo.
Otra cosa es que nos pongamos de acuerdo en las pastillas a recetar, en la solución a la enfermedad. Algunos proclamarán que habría que cambiar las políticas internacionales, hacerlas más rígidas; otros que más flexibles. Quizá subir los impuestos a "los ricos", prohibir la explotación de los trabajadores o fomentar el trabajo para todos bajando los impuestos... Podemos encontrar miles de opiniones, pero, que curioso, creo que casi siempre conjugadas en tercera personal del plural; siempre son otros los que deben cambiar. Al fin y al cabo, es bueno descargar nuestra conciencia de un peso así, es bastante cómodo dar soluciones que no nos hacen comprometernos. "Sí, sí, que nadie muera de hambre, que le quiten a 'los ricos' para dárselo a ellos", "es una vergüenza que haya gente pobre en la puerta de mi casa, además los pisos del ayuntamiento están vacíos"... la retahíla de sentencias de café puede ser interminable. Porque todos tenemos derechos, pero, parece, que muy pocos deberes.