Hace unos meses leía en
una red social un comentario que me llamó la atención. Rezaba así: "no
quiero respuestas, sólo libertad y seguirme equivocando". He de reconocer
que me impactó la frase y me ha dado que pensar. Desde el principio el
planteamiento me rechinaba y lo rechazaba, ya que no concuerda para nada con mi
forma de pensar. Sin embargo me veía en la necesidad de responder a esa frase y
esto me ha llevado un tiempo. Lo hago desde estas líneas, sabiendo que las
posibilidades de que la persona que escribió esa frase lea esto son menores que
las de que me toque el gordo de navidad (aún contando con qué nunca compro nada
de lotería...).
Podría empezar por
analizar el tema de la libertad, de qué es la libertad y el concepto de la
misma que emana de esta frase... pero me veo arrastrado a tomar otro camino: el
de la
búsqueda de la verdad. En el fondo creo que están muy relacionadas (libertad y
verdad), ya que, como dijo Jesús hace dos milenios, "la verdad os hará
libres" (Jn 8, 32). Desde mi punto de vista esa búsqueda de la verdad
conlleva el hacerse preguntas y, por tanto, buscar respuestas. De ahí que creo
que para llegar a ser libres necesitamos respuestas, al contrario de lo que
proponía la frasecita de marras.
Junto con esto creo firmemente que la manera más cómoda de soportar una vida sin respuestas es ahogar todas las preguntas. Porque, reconozcámoslo, muchas veces es incómodo hacernos ciertas preguntas; preguntas que muchas veces nos ponen al borde del precipicio y hacen que quizá se tambaleen los cimientos de nuestras creencias. Y ahora particularizo esto para los que somos creyentes: creo que no debemos tener miedo a plantearnos preguntas hasta el fondo, partiendo de que estoy convencido de que toda búsqueda sincera y humilde de la verdad nos lleva a Cristo. Él mismo lo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6).
Creo que son indispensables para ello esas dos actitudes que he citado: sinceridad y humildad. Sinceridad con nosotros mismos,
porque hay veces que nos cuesta asumir LA verdad y que en el fondo estemos buscando NUESTRA verdad... y puede que no
sean lo mismo. Humildad para dejarnos ayudar en esa búsqueda y, a la vez, para no plantearnos siempre todo,
sino ir avanzando. Nuestra fe (la católica) no es una fe de la razón (creemos
en la revelación en la persona de Jesús, no podríamos llegar a saberlo todo
únicamente por la razón), pero a la vez es una fe RAZONABLE. Necesitamos razonar
nuestra fe, hacernos preguntas para madurar y también para entrar en diálogo
con el mundo que nos rodea y que no es cristiano, para dar testimonio de
nuestra esperanza.Y en este dialogar con nuestro mundo otra certeza que tengo
clavada en el corazón: no estamos llamados a ser signos de admiración, sino a ser signos de interrogación. Que no
es lo mismo ni se le parece.